Los gatos del mundo entero son adictos a una peculiar planta aromática, aparentemente insignificante. Se la conoce como "la hierba gatera, gatuna o de los gatos" (Nepeta cataria), en cuya presencia el comportamiento de los gatos es imprevisible. Comen sus flores, olisquean, mastican y se frotan en sus hojas y vuelven una y otra vez a por una dosis de su embriagadora esencia.
Los aceites aromáticos de esta planta hacen que los gatos que la ingieren se comporten en un principio de manera muy juguetona, pero a medida que aumentan los efectos del aceite, su comportamiento se convierte más extraño.
Empiezan a rodar sobre sí mismos como si estuvieran en éxtasis, cazan ratones imaginarios, echan espuma por la boca, se orinan de gusto en ella y los machos eyaculen su esperma.
Pero esta droga gatuna es también un aliado para nosotros, los humanos, y antiguamente tuvo fama de panacea, por lo que se cultivó en las casas rurales a lo largo y ancho de casi toda la Península Ibérica e Islas Baleares.
Sus aceites calman el dolor de vientre y es considerada pectoral y anticatarral, útil para provocar los menstruos perdidos y devolver el buen color a los rostros empalidecidos.
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